Hay muchas de éstas
que cojean, tanto machos como hembras. Puedes encontrarte "a la que
cojea" veinte veces en una hora. Van por el camino indicado y están
sumamente ansiosas de correr en él con diligencia, pero son cojas, y su
caminar es muy torpe. En el camino celestial hay muchos inválidos.
Pudiera ser que digan en sus corazones: ¿qué será de nosotros? El pecado
nos atrapará, Satanás nos derribará. ' Próximo-A-Cojear' es nuestro
nombre y nuestra naturaleza; el Señor no tiene buenos soldados, ni
siquiera veloces mensajeros que atiendan Sus mensajes. ¡Bien! ¡Bien!, Él
nos salvará y eso no es algo insignificante. Él dice: "Salvaré a la que
cojea." Al salvarnos, Él se glorificará grandemente. Todos se
preguntarán: ¿cómo logró esta mujer coja participar en la carrera y
ganar la corona? Y entonces toda la alabanza será dada a la gracia
todopoderosa.
Señor, aunque cojee en la fe, en la oración, en
la alabanza, en el servicio y en la paciencia, ¡sálvame, te lo suplico!
Sólo Tú puedes salvar a un lisiado como yo. Señor, no permitas que
perezca por estar entre los postreros, sino recoge por Tu gracia a los
más lentos de Tus peregrinos: incluso a mí. He aquí que Él ha dicho que
así será, y, por tanto, como Jacob, prevaleciendo en oración, sigo
adelante aunque mi tendón esté contraído.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román
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