"Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo." 1 Pedro 5: 2.
Esto
es equivalente a una promesa: si nos inclinamos, el Señor nos alzará.
La humildad conduce al honor: la sumisión es el camino a la exaltación.
La misma mano de Dios que nos empuja hacia abajo, está esperando para
levantarnos cuando estemos preparados para recibir la bendición. Nos
agachamos para vencer. Muchos se rebajan delante de los hombres, y, sin
embargo, no reciben la protección que ambicionan; pero aquel que se
humilla bajo la mano de Dios no dejará de ser enriquecido, exaltado,
sostenido y consolado por el Dios siempre lleno de gracia. Es un hábito
de Jehová derribar al altivo y exaltar al humillado. Sin embargo, hay
un tiempo para la obra del Señor. Hemos de humillarnos ahora, incluso en
este preciso instante; y estamos obligados a continuar haciéndolo, ya
sea que el Señor ponga sobre nosotros Su mano que causa aflicción o no.
Cuando el Señor hiere, es nuestro especial deber aceptar el castigo con
profunda sumisión. Pero en cuanto a nuestra exaltación proveniente del
Señor, esa sólo puede venir"cuando fuere tiempo" , y Dios es el mejor
juez de ese día y hora. ¿Clamamos impacientemente pidiendo la bendición?
¿Desearíamos un honor inoportuno? ¿Qué pretendemos? Seguramente no nos
hemos humillado verdaderamente, pues, de lo contrario, esperaríamos con
tranquila sumisión. Entonces, hagámoslo.
La Chequera del Banco de la Fe.
Traducción de Allan Román